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Cómo hacía el Imperio Romano para ser sostenible

Cómo hacía el Imperio Romano para ser sostenible

La Antigua Roma, en sus doce siglos de historia, dio lugar a grandes avances en multitud de aspectos, sobre todo en lo relativo a la civilización y a la gestión de grandes ciudades.

Capitales como Roma llegaron a tener más de un millón de habitantes en el apogeo de la Antigua Roma, algo muy difícil de gestionar, sobre todo con los recursos y el conocimiento de aquella época.

Pero eso no impidió a los antiguos romanos desarrollar tecnologías y reglamentos para hacer la vida más próspera, y, cómo no, más sostenible con el entorno.

Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no había una conciencia ecológica como la que podemos tener en el siglo XXI, si no que se consideraba que eran los dioses quienes preservaban y conservaban la naturaleza, por lo que no existía el temor a que se terminasen los recursos naturales ni hacía falta una conciencia medioambiental.

Sin embargo, a medida que la civilización romana se iba expandiendo, empezaron a surgir los primeros problemas relacionados con el medio ambiente, a los que hubo que poner límites a través de reglamentos y leyes.

Los residuos urbanos

El más evidente es el de la gestión de las basuras.

Cuanto más grande es un asentamiento más desperdicios genera, y eso da lugar a que haya que gestionar los residuos de alguna manera. 

Los antiguos romanos fueron muy habilidosos estableciendo medidas higiénicas, como la gestión de los residuos creando vertederos, los conocidos como puticulum, y la creación de redes de alcantarillado en las ciudades, las primeras de la historia.

En estos vertederos se hacía separación de residuos, como han demostrado las excavaciones arqueológicas realizadas en la ciudad de Mérida

Por un lado, se tiraban los residuos más comunes, los orgánicos, como restos de animales, conchas, ceniza y carbones. Los recipientes inorgánicos, como la cerámica, se reutilizaban, ya que al quemarlos se podían utilizar en la agricultura. 

El preciado mármol era transformado en cal, y los metales, refundidos de manera constante para aprovecharlos sin fin, ya que extraerlos era muy costoso.

Además, las alfarerías disponían de basureros específicos, los alfares, solo usados por este gremio para poder reutilizar la materia cuando les hacía falta.

Por supuesto, había servicio de recogida de basuras, los carrus estercolari, pues toda la población estaba obligada a depositar la basura extramuros de las poblaciones para evitar plagas y malos olores.

El sistema de alcantarillado

En cuanto a las cloacas, los antiguos romanos crearon un ingenioso sistema para trasladar todos los residuos fuera de la urbe, construyendo una red que recorría la ciudad y terminaba en el río cercano, aguas abajo. Tarquinio el Soberbio, alrededor del año 550 a.C., fue el precursor de este primigenio sistema de alcantarillado que ha llegado hasta nuestros días.

De esta forma se conseguía evitar la proliferación de enfermedades, el mal olor y tener un aire menos contaminado, consiguiendo que las ciudades fueran mucho más habitables y pudieran albergar a más ciudadanos.

La contaminación del aire era tal que incluso había términos para referirse a ella, como gravioris caeli (cielo pesado) o infamis aer (aire infame).

Aunque el ingenio de los romanos con el control del agua no termina aquí. Gran parte de su industria dependía de la fuerza hidráulica del agua, que aprovechaban a través de molinos de agua y de otros artilugios para no depender solo de la fuerza humana ni de la quema de carbón o madera. Sin duda, fue una gran idea utilizar esta fuente de energía renovable.

Además, también están los acueductos y canalizaciones de agua, magnas obras de ingeniería que han llegado hasta nuestros días, y demuestran lo importante que era para los romanos tanto la eliminación de residuos como el tener agua fresca constante en toda la ciudad.

Estas canalizaciones se solían hacer con plomo, un metal muy maleable a la par que nocivo para la salud, por lo que personas influyentes, como el arquitecto Vitruvio, propusieron cambiar estas tuberías por otras de terracota, advirtiendo que el nivel de pureza del agua era el índice de la salud de un pueblo, además de resaltar que el agua sabía mejor.

El mantenimiento de estas grandes obras de ingeniería era vital, por lo que se crearon leyes para regular a qué distancia de los acueductos y demás ingenios se podían plantar los árboles, para evitar que sus raíces deterioraran los soportes.

Pensaban en todo estos romanos.

Protección de los recursos

Como veíamos al principio de este artículo los romanos consideraban que todos los recursos naturales eran infinitos, gracias a que los dioses proveían, aunque empezaron a poner límites a cuánto se podía extraer.

Uno de los ejemplos más curiosos era con los olivos. Este árbol era de vital importancia para la economía de la civilización, pues de él se extraían aceites, alimento y madera, elementos muy valiosos.

Para evitar su explotación desmedida, ningún dueño de olivos podía talar más de diez ejemplares vivos al año. En la jurisprudencia romana hay casos de terratenientes que no siguieron esta ley y fueron multados con cuantiosas multas, de hasta 100 dracmas, sentando las bases de las primeras leyes medioambientales.

Los recursos en la guerra

Durante los 12 siglos de historia de la Antigua Roma las guerras fueron constantes, y conocedores de la importancia de los recursos naturales, sobre todo los vegetales, idearon un formidable instrumento bélico para derrotar a sus enemigos.

Era la conocida como tierra quemada, y consistía en arrasar con los cultivos, bosques y campos cercanos a los pueblos que querían conquistar, para así reducirlos por medio del hambre.

Cuentan los registros históricos que, cuando Atila intentó invadir Roma, el emperador ordenó quemar todas las tierras entre el ejército de Atila y la ciudad de Roma para que no tuvieran alimento en todo el trayecto. 

Medidas como la tierra quemada sitúa a los antiguos romanos como unos explotadores del territorio, aunque también surgieron voces con una clara conciencia medioambiental.

El origen de la conciencia medioambiental

El extraordinario desarrollo de la civilización romana trajo consigo un gran impacto en el entorno, por lo que surgieron voces entre los intelectuales rechazando un impacto tan masivo, buscando un desarrollo más en armonía con el medio ambiente.

Ya en tiempos de la antigua Grecia se hablaba de este tema, como en uno de los diálogos de Platón, Critias, considerado el primer texto sobre la historia del medio ambiente, con cierta influencia en la civilización romana.

Otros pensadores, como Sófocles, también dejan entrever sus preocupaciones ante las actividades del hombre en la tierra, pues, como decía, arándola cada año puede agotarla y convertirla en improductiva, como ocurrió en diferentes lugares del imperio romano.

Aunque el autor más influyente fue el historiador Plinio el Viejo, quien en su obra Naturalis Historia afirma que hay relación entre deforestación e inundación, valorando la necesidad de que existan árboles para retener el agua, evitando que se produzcan corrimientos de tierra y otros desastres naturales.

También percibió que la actividad extractiva podía ser muy negativa para el medio ambiente, llegando a la conclusión de que "El hombre ha aprendido a desafiar a la naturaleza".

Conclusión

La antigua civilización romana fue prodigiosa ideando avances. A raíz de todo ese avance, y al comprobar las repercusiones en el entorno, fueron desarrollando una conciencia medioambiental que se tradujo en las primeras leyes medioambientales de la historia.

Eran unas leyes dispersas, que no buscaban directamente el respeto al medioambiente, sino ser herramientas para proteger algunos recursos naturales, como el agua y la tierra, del expolio indiscriminado.

El resultado de estas leyes fue un aprovechamiento razonable del ecosistema sin llegar a su extenuación, permitiendo que tuviera tantos siglos de prosperidad esta civilización clásica.

El Imperio Romano sucumbió a múltiples factores, como el exceso de guerras, la sobrepoblación, la reducción de las cosechas, así como el impacto ambiental, que se suma a las causas que originaron la desaparición de esta civilización. 

Sin duda, se puede aprender mucho de la antigua Roma.

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